Muchos roleros que empezaron a jugar D&D con D20 o que simplemente nunca conocieron el viejo AD&D me preguntan qué le veo a esta reliquia, qué tiene que no tenga D20 más y mejor. Mi respuesta no es sencilla. No se puede explicar a quien no lo ha vivido nunca lo que significa jugar a AD&D.
Los personajes de AD&D tienen un trasfondo mucho más elaborado, creado a partir de la experiencia propia del jugador. Un personaje de nivel 9 será un personaje que habrá vivido muchas sesiones de juego, acumulando puntos de experiencia sesión tras sesión. Lo más importante es que su ficha de personaje estará amarilla, pintarrajeada y manchada por todas partes. Está claro, simplemente revisando el sistema de experiencia, que un personaje de nivel 9 de D20 no ha jugado ni una fracción de lo que ha jugado uno de AD&D.
El equipo de un personaje de AD&D no se calcula con ninguna tabla, las monedas se ganan honradamente saqueando dungeons. Los objetos mágicos no se ponderan. Si se tiene media docena de objetos mágicos son objetos que se han ganado a pulso batallando con monstruos y saqueando tesoros durante muchas sesiones de juego y después de muchas, muchas tiradas.
En D20 un personaje de nivel 9 solo es un puñado de números y estadísticas a cada cual mas desequilibrante. Basta mezclar una clase básica con alguna de prestigio y añadirle dotes y munchikeos varios para hacer 100 puntos de daño de un solo golpe. No hablo desde la suposición ya que lo he vivido directamente en una mesa de juego: Siendo el mago y tirando bolas de fuego maximizadas, era el que hacia menos daño. El máster se veía obligado a multiplicar por 5 o por 10 los puntos de vida de los monstruos para que dieran algún reto al resto de personajes que había en la mesa. Y lo peor es que todos lo veían como lo más normal del mundo.
Al nivel 9 un personaje de AD&D adquiere seguidores, y esto es porque ha vivido tanto, ha hecho tantas cosas, que su fama se ha extendido a lo largo y ancho del mundo de juego. Poniendo un símil con el mundo real, es como si un escritor empieza haciendo cuentos para sus conocidos a nivel 1, y va avanzando poco a poco hasta que se le reconocen sus méritos a nivel 9. ¿Cómo es posible que en D20 las guaridas estén llenas de carne de cañón de nivel 8 de los que nunca nadie oyó hablar? Peor es si jugamos con "niveles épicos", en esos casos encontrar viejecitas de nivel 10 comprando el pan en la plaza del pueblo no debería extrañarnos.
El nivel 9 de D20 es solo un paso intermedio hacia niveles mas altos. Apenas te da para clasificarte en la clase de prestigio a la que quieres aspirar, a darte bonos que comparados con el omnipresente y siempre aspirado nivel 20 son una minucia. El nivel 9 solo es un pipiolo de medio pelo que está en fase de pasar a ser algo más cuando consiga algunas dotes y niveles más.
Un personaje de AD&D no se crea pensando que bonos o qué poderes va a tener a nivel 20. Sólo los más tenaces superan el nivel 10. El nivel 20 en AD&D es una abstracción, algo que está puesto ahí para asustar a los jugadores cuando les dices “el consejero del rey es un mago de nivel 20”. El nivel 20 en AD&D no es real, es solo una leyenda que nunca se alcanza. La mayoría de los semihumanos no pueden aspirar a llegar a nada más que a nivel 8, 10 como mucho. ¿Un jugador de D20 se haría un elfo explorador sabiendo que no puede pasar de nivel 8? En AD&D ese límite era suficiente, y tenía su razón de ser: Si los elfos pudieran llegar a nivel 20, viviendo cientos de años como viven, habrían conquistado el mundo hace mucho. Todos los elfos con más de un siglo ya serían todos de nivel 20 o más. ¿Que pasó con esa lógica en D20?
AD&D tiene una lógica y un espíritu que no se basa solo en las tablas de progresión de nivel. Una forma de manejar los personajes y su avance por el mundo totalmente distinto a como se trata en D20. No es solo reglas, o que el Gac0/Thac0 sea obsoleto. Es la mentalidad del “todo vale con tal de dar mas caña" la que nos lleva a jugar con personajes de videojuego que se van montando a trozos como si fueran piezas de lego, sin espíritu, sin lógica, sin alma alguna.
¿Y de cuarta? De cuarta mejor ni hablo.