Una melancolía me invade conforme pasan los años, una melancolía que no puede arreglarse ni siquiera jugando. Un montón de caras jóvenes me rodea, ya no soy capaz de identificarme con ellos, de integrarme con ellos. Me doy cuenta que la mayoría aún no había nacido cuando yo empecé.
Las nuevas generaciones, ya no tan nuevas, nunca conocieron esos años, cuando solo había un puñado de libros. Libros que nunca fueron diseñados para reposar en una estantería, eran demasiado escasos y corrían de mano en mano, violados una y otra vez por las fotocopiadoras, creando hijos bastardos con los que poder satisfacernos a todos.
Comprado o prestado, el poco material que se nos ofrecía era devorado apenas conseguirse, y cada nuevo juego que aparecía se convertía en icónico de inmediato. Cada nueva pieza a nuestro creciente puzzle nos descubría otra cara oculta hasta entonces de lo maravillosa que podía ser esta nueva forma de soñar.
El material oficial sabia a muy poco, se necesitaba mas. Cuando nos sentimos preparados para ello echamos mano de nosotros mismos y parimos cientos de mundos propios. ¿Donde quedaron tantos módulos caseros escritos a máquina, incluso a mano? ¿Donde fue a parar todo ese material? Los más modernos fueron gestados con word perfect en una pantalla negra con letras verdes, y luego se encarnaban en impresos de papel continuo al que le quitabas las solapas, en un intento de adecentarlos. Otros, los más afortunados, eran distribuidos como un puñado de fotocopias grapadas que decían llamarse fanzines. ¿Donde quedo toda esa inventiva? Incluso las novedosas webs llenas de módulos, estandarte de los nuevos tiempos de comunicación global, desaparecieron en el olvido.
Entonces la red estaba en pañales, la industria estaba en pañales, que medios tan ridículos de difusión teníamos comparados con los de ahora y sin embargo como aprovechábamos al máximo el poco material del que disponíamos. Los libros se quedaban amarillos del uso, los lomos se partían, escribíamos en ellos a lápiz y no nos importaba, para nosotros eran libros de apuntes y no objetos de culto. Lo importante del juego se desarrollaba alrededor de una mesa, no en las páginas de un manual.
Que poco nos ha quedado de todo eso. ¿Qué paso con esos mundos de juego con tantos detalles que sentías estar realmente en ellos? Cuando un libro tenia 300 páginas eran 300 páginas útiles, un juego completo entero y consistente. Era cuando se escribía más texto para añadir consistencia al juego y no para quitársela como pasa ahora.
Que pasó con el concepto de evolución del personaje... Los niveles se ganaban uno a uno, con sudor y esfuerzo sesión tras sesión, y tu personaje crecía a la par que todo el resto del mundo de juego. Se empezaba a nivel uno, no existía en nuestras mentes la idea de empezar directamente con un personaje de nivel 10, 20 ó 30 sin tener ni idea de como ha llegado a ese nivel, subir de nivel solo era una consecuencia de recorrerse el mundo de un lado a otro. Nunca pasábamos del nivel 10 ó 12, se necesitaba jugar demasiado para eso, así que lo que el personaje pudiera hacer a nivel 15 o 20 nos traía sin cuidado, todos éramos conscientes que incluso jugando durante años nunca pasaríamos de los niveles medios.
Me pregunto donde quedó todo eso, como pudo desaparecer una filosofía, un movimiento, un paradigma en el rol como ese. ¿Que pasó con la vieja guardia? La vieja guardia. La vieja guardia dejó sus armas colgadas en la pared de la taberna hace tiempo.
Otro de mis viejos artículos, este supurando nostalgia a toque, que rescato del olvido. El original aun cuelga en el blog con fecha de 2010.